Mi madre (y mi abuela), hacía tiempo que estaban en casa, para esperar el nacimiento del niño y cuidar de sus hermanos. Bueno, y de mí.
El día 1 salió soleado, y salimos a pasear por la feria. Yo, al ver los atascos en la carretera de acceso desde Benilloba, me alegré de mi previsión de haber dejado el coche donde estaba, aunque fuese un poco lejos, para poder salir sin agobios en caso de necesidad.
Y llegó el momento. A las dos de la madrugada me desperté con contracciones, que no cesaban y que se repetían cada 10 minutos. Desperté a mi marido, me fui a la ducha, me vestí. y bajamos a la puerta de casa, donde estaba aparcado el coche de mi marido. Y después de una contracción estupenda, me entró el ataque de risa, pensando en que ni de coña llegaba yo, en tal estado, al sitio donde tan previsoramente había dejado el coche. Menos mal que me puse de parto de noche, porque si no....
Llegamos al hospital. Todo fue bastante rápido y bien. Y, pasados unos minutos de las 4, Rodrigo estaba con nosotros. Mi niño.
Llegados ya a la habitación, mi marido se fue a avisar a mis compañeras de que ya había nacido el niño (yo trabajo en ese hospital), a avisar a mi madre, que se había quedado despierta y pendiente del teléfono, y por fin, vino con nosotros.
Es curioso como hay modas en todas partes, hasta en los cuidados. Cuando nació mi hija mayor, en los libros de cuidados que te dan en el hospital, aconsejaban poner al bebé bocabajo para dormir, con el fin de prevenir la muerte súbita del recién nacido. Veinte meses después, cuando nació mi segundo hijo, los mismos libros tenían una pegatina que tapaba la palabra "bocabajo", donde ponía "bocarriba", pues era la manera aconsejada de acostar al bebé para prevenir la muerte súbita. Así que cuando llegó junto a mi cama y le dije que cogiese al niño y lo acostara en la cuna, su pregunta fue: "Y a éste, ¿cómo hay que acostarlo?". Pues de lado. A Rodrigo lo acostamos de lado.
Este plato de hoy es un guiso bastante extendido por la geografía española, con sus particularidades en cada región. más o menos son gachas dulces, puches, farinetes,...Se hacen con agua, con leche, añadiendo matalaúva, o sólo con canela, friendo la corteza de limón en el aceite, o hirviéndola con la leche.... que se tomaba tradicionalmente el día de Todos los Santos. A mí Halloween, particularmente, me parece una fiesta la mar de divertida. He hecho dedos de bruja, les he servido a los amigos de mi hijo una jarra de agua de color verde, y he puesto una vela en mi calabaza de cerámica. Pero no por ello debemos dejar de lado nuestras tradiciones, como los buñuelos, los huesitos de santo, Don Juan Tenorio, las flores en el cementerio, las velas a nuestros difuntos y "El monte de las Ánimas" de Becquer. Y, en Cocentaina, "la fira", y con ella el turrón. Sí, será folklore, pero lo otro también lo es. Todo es compatible. Quizá es que me estoy haciendo mayor, pero me encanta conocer estos platos humildes y tradicionales, que sabiamente se han comido siempre, y que a veces hemos arrinconado por otros productos más vistosos.
Ingredientes
- 1/2 litro de leche
- 1 corteza de limón
- 1 palo de canela
- 5 cucharadas colmadas de azúcar
- 5 cucharadas de harina
- 4 cucharadas de aceite de oliva
- Pan duro
- Aceite de oliva
- Canela en polvo
Ponemos a hervir la leche con la corteza de limón,. el palo de canela y el azúcar. Dejamos enfriar.
Cortamos cubitos de pan duro; ponemos aceite a calentar en una sartén, y cuando está muy caliente, echamos el pan, apartando la sartén del fuego, y dejamos que se dore. Sacamos, ponemos a escurrir sobre papel absorbente y reservamos.
Dejamos unas tres cucharadas de aceite en la sartén y añadimos la harina para que se tueste. Entonces añadimos la leche, colada y a temperatura ambiente, y vamos moviendo con unas varillas, como si hiciésemos una bechamel. Cuando empiece a burbujear, las apartamos del fuego y las ponemos en una fuente, espolvoreamos con canela, y añadimos los cubitos de picatostes.
Me acaba de preguntar mi hijo cual es la edición de la feria que más me ha gustado en mi vida. Pues la del año 2000, naturalmente, porque nació él y pasó a alegrarme un día que siempre me había parecido triste. Nunca más ha vuelto a pensar que es feo el día de los Fieles Difuntos.
jajaja me ha encantado tu introducción :o) No soy muy de Halloween pero si como tu dices, cada día voy más a cosas de siempre, arraigadas que por algo lo están :o) será que nos hacemos mayores... cuántos recuerdos en cada bocado de farinetes :o)
ResponderEliminarBesos,
palmira