Una receta que saqué de internet, de un grupo de Facebook de vidas rurales, cuya autora de denomina Maria Maria. El proceso está explicado en 6 días.
Ingredientes
- Castañas
- Azúcar
- Agua
- Limón
- Azúcar glas (para los marron glacé)
El primer día ponemos las castañas en remojo y las mantenemos 24 horas.
El segundo día, cogemos una puntilla y con cuidado, eliminamos la piel exterior de las castañas. Volvemos a poner las castañas en remojo, con un limón troceado para que no se oxiden, y volvemos a mantenerlas así durante 24 horas.
El tercer día ponemos agua en una olla al fuego, y cuando hierva añadimos las castañas. Las escaldamos durante 5 minutos, y a continuación les retiramos la piel exterior. Este proceso será más o menos laborioso dependiendo de la calidad de las castañas, de los repliegues que tenga esta piel interior. Solo utilizaremos las castañas que permanezcan enteras después de este proceso. Las pesamos y las enrollamos en gasas, en una vendas,...de manera que formemos con ellas una especie de "caramelos", con el fin de que permanezcan apretadas y no se rompan durante la cocción. Ponemos las castañas así preparadas en una olla, cubiertas de agua, y con la mitad del peso de las castañas en azúcar. Si había 1 kg de castañas, ponemos 500 gr de azúcar. Ponemos a hervir durante 3 horas y dejamos enfriar dentro de la olla.
El cuarto día, si el nivel de agua ha descendido mucho, añadimos almíbar básico ( a razón de 1 litro de agua y 1 kg de azúcar), que habremos preparado adrede, añadimos hasta cubrir las castañas y hervimos durante 1 hora. Dejamos enfriar.
El quinto día es igual que el cuarto: cubrir de almíbar si precisa, hervir 1 hora y dejar enfriar.
El sexto día retiramos las gasas, metemos las castañas en botes esterilizados, cubrimos con su almíbar, cerramos los botes y cocemos al baño maría durante 20 minutos para conservarlas. Yo lo he hecho creando el vacío, como en esta otra receta.
O bien podemos terminarlas en forma de marron glacé, para lo cual, sacaremos las castañas de su almíbar y las dejaremos secar sobre una rejilla, encenderemos el horno a 180ºC, y prepararemos un glaseado, mezclando una parte del almíbar de las castañas con la misma cantidad de azúcar glas. Recubrimos las castañas con este glaseado, las ponemos sobre la rejilla y las secamos en el horno precalentado durante 1 minuto aproximadamente, para que el glaseado se fije. Esta segunda parte la he encontrado en este blog, donde además explica otra manera de hacer las castañas en almíbar. También nos dice como prepararlas para usarlas como guarnición de platos salados.
Hoy hace 25 años que, delante de vuestras familias, de vuestros amigos y de Dios, os dijisteis "Sí quiero". Estas palabas las escribió Toni en Facebook hace varios años, cambiando la cifra, evidentemente. Y añadía que iba para casa para decirte a tí, en persona, cuanto te quería. Esas palabras se me clavaron en el alma. Y hoy son ya 25 los años. Afortunadamente, en mi entorno, mis amigos van llegando, y superando, esa cifra, que no es más que un número, pero al que le damos un significado especial asociándolo a la plata. Vosotros también. Porque también, a veces, parece que sea una rara avis el alcanzarla, pero la vida, su jardín, y la viña del Señor, han de tener de todo. Quiero desde aquí enviaros mi felicitación en este año raro en que ni siquiera voy a poder daros un abrazo. Así que, esperando una mejor ocasión para celebrarlo, se me ha ocurrido, ya que es tiempo de castañas y encontré casualmente esta receta, prepararte con todo mi cariño tu dulce favorito. Y como tú ya sabes, últimamente me he especializado en encontrar concordancias entre cosas, recetas, y situaciones, así que hoy, que estoy reflexionando e inspirada, te digo que, con los marron glacé no podía ser de otra manera, ya que es uno de los dulces más caros y apreciados, como lo es un buen matrimonio. Que ha sido costoso realizarlos, como no podía ser de otra manera. Que cuando compras las castañas, nadie te asegura que por dentro vayan a ser buenas, sin excesivos repliegues que dificulten el trabajo, pero tienes que tener fe, porque ya sabes que el que no arriesga no pasa la mar. Y aún así, resulta entretenido el pelar las castañas, y mucho más el repelarlas. Que muchas se pierden por el camino, porque te encuentras un agujero con gusano, o tienen tanta piel interna o tantas lobulaciones que se rompen al hacerlo. E incluso cuando las cueces en el almíbar tanto tiempo y tantos días, tienes que acomodar tus labores cotidianas para poder realizar el proceso, que no solo de hacer marron glacé vive el hombre. Una vez finalizado el proceso, te encuentras con que, al sacarlas de la gasa, algunas también se han desmenuzado, sólo es fachada lo que está en el almíbar, y en cuanto retiras la débil contención que las mantiene unidas, se desmoronan. Sólo, al final, quedan unas pocas castañas enteras, brillantes, preciosas, con alguna que otra cicatriz del cuchillo, pero flamantes y orgullosas. A éstas les daremos el baño de glasa, (encontrándote con que al cogerlas delicadamente para bañarlas, alguna más se rompe), las dejaremos escurrir, les damos el golpe de horno y cuando estén secas, las envolveremos en el papel apropiado. Se lo han ganado, no les pongamos cualquier papel que perjudique la glasa deliciosa que las mantiene tiernas. Que aunque cada castaña ha encontrado su manera, las cosas externas a veces juegan un papel excesivo. Nueve castañas me han quedado enteras y perfectas, de los 400 gr (habrían unas 50) con los que empecé. No sé si la estadística es similar, pero así ha sido.
Con todo mi cariño te habrán llegado estos marron. No les he puesto vainilla porque me gusta el sabor auténtico de las cosas. Y, aunque hayan ido con todo mi cariño, eres libre de decir que no te gustan y no te las quieres comer. Me las devuelves, que yo les haré un hueco. Pero tienes mi permiso, si es que en algún momento ha sido necesario, para decirme que no te gustan.
También, ya que esta receta tiene una cierta forma epistolar, te diré que no he tirado más castaña que aquella que estaba rancia o tenía un agujero. Alguna venía con gusano y también la tiré, por supuesto. Porque aunque todas ellas no hayan alcanzado la perfección, las que se deshicieron al repelarlas, me sirvieron de guarnición y para tropezones de una ensalada. Las que se rompieron al salir de la gasa, han ido a para a un almíbar, que también te habrá llegado, y están deliciosas. Y las que se rompieron al meterlas en la glasa, también se comerán en forma de marroncitos glacé que me quedaré yo, pues no tienen presencia para hacer un regalo, pero no dejan por ello de ser deliciosas. Como esto lo escribo con antelación, tengo que editar, porque uno de los trocitos de marron que me comí estaba rancio, así que existe la posibilidad todavía que alguna de esas 9 castañas de apariencia perfecta esté rancia también. Cosas de la vida, que no deja de sorprendernos.
Fíjate que cuando enumeré las dificultades de conseguir la castaña perfecta, en ningún momento contemplé la opción de que un día te canses, tires las castañas a la basura y te vayas a la pastelería, o bien te comas otro tipo de pastel. Ya sabes, siempre digo que somos inasequibles al desaliento, y aquí no podría ser de otra manera. Así que, mis queridos Paqui y Toni, os deseo que paséis un muy feliz aniversario y que seais felices hoy y siempre. Os quiero.